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Hay algo en la lluvia que me inmoviliza, me abstrae, me sorprende... de
la manera más primitiva. Es como volver al tiempo antes del tiempo, un
instinto primario entre los poros, una emoción guardada en el ADN,
esperando a surgir ante algo tan maravilloso y común... como la
lluvia.Como la primera vez que el hombre descubrió el fuego, temiéndole y
adorándole, yo miro a la lluvia con recelo y maravillada.
Me
tranquiliza escuchar llover... tal vez esté risueña porque hace mucho
que no llueve tanto como para andar preocupada realmente mientras el
maquillaje se corre y miro en las vidrieras como el Joker aparece en mi
rostro. Y también, porque la última vez que recuerdo que la lluvia me
atrapó, estaba con mi novio en una cita doble en la calle.. y
mientras la otra pareja se resguardaba, nosotros corríamos debajo de
esa agua salada para llegar al bar. Casi como sí hubiera una especie de
apuesta sobre ello....
Pero no sé... me gusta que llueva de vez
en cuando, que asuste a peatones que se preocupan por sus zapatos o sus
sombreros.... me gusta no usar paraguas, excepto cuando llueve
torrencialmente, y aún así... nunca tengo uno a mano.
Adoro
caminar bajo la lluvia, mientras los demás, escandalizados, se
resguardan esperando que todo se tranquilice, cuando otros, con la
desesperación o la exitación necesaria... corren un colectivo, se
escapan de galería a galería para evitar ser atrapados por una pequeña
gota transparente.